Ángelo Giuseppe Roncalli, Juan XXIII, nació en Sotto il Monte (Bérgamo) el 25 de noviembre de 1881; hijo de Giovanni Battista Roncalli y Marianna Giulia Mazzolla, siendo el cuarto de trece hermanos y hermanas y el tercero entre los hijos varones. El mismo día de su nacimiento fue bautizado. La familia Roncalli era muy religiosa y sus hijos fueron educados en el ejemplo y disciplina familiares: Rosario y oración en familia acompañaban el duro trabajo en el campo.
En su infancia, alternando sus primeros estudios con los trabajos del campo, Ángelo asistió a la escuela de su pueblo. Por aquel tiempo integró el grupo de monaguillos. Ya desde que tuvo conciencia experimentó el llamado del Señor al sacerdocio pues nunca, como confesó él mismo, poco antes de su muerte, hubo momento alguno en que hubiese deseado otra cosa. Sin duda este deseo se reflejó ya desde muy pequeño en sus actitudes y opciones: sus amigos de infancia no tardaron en llamarle cariñosamente “Angelito, el cura”.
En aquel tiempo, en la escuela de Sotto il Monte, solamente se realizaban los tres primeros cursos de la enseñanza elemental, así que a los diez años los hijos de los campesinos empezaban a trabajar en el campo. Pero con Ángelo se hizo una excepción. Debido a su interés pudo seguir estudiando, primero a las órdenes del párroco de Carvico y posteriormente en el Colegio de Celana; una vez finalizados sus estudios elementales empezó sus estudios de Latín. Recibió la Primera Comunión y la Confirmación en 1889. En 1893, con 12 años, ingresó en el Seminario de Bérgamo donde estudió hasta el segundo año de teología. Por su precoz madurez y su clara vocación, recibió la tonsura, que implicaba al mismo tiempo el uso diario de la sotana. Allí empezó a redactar unos apuntes espirituales, que escribiría hasta los últimos días de su vida y que han sido recogidos en el “Diario de un alma”. El 1.º de marzo de 1896 su director espiritual lo admitió en la Orden Franciscana Seglar, cuya Regla profesó el 23 de mayo de 1897.
A Ángelo Giuseppe, alumno inteligente y muy sobresaliente, le fue concedida en 1901 una beca para ampliar sus estudios teológicos en el Ateneo Pontificio de San Apolinar, en Roma. El año siguiente tuvo que interrumpir sus estudios para realizar el servicio militar, obligatorio por ese entonces aún para los sacerdotes, siendo incorporado al regimiento de infantería militar de Bérgamo. A finales de 1902 fue conocido como el sargento Roncalli. En 1903 regresa a sus estudios en Roma, culminándolos con un doctorado en teología.
Su vocación sacerdotal era natural desde su niñez. Durante sus estudios siempre se familiarizó no solo con las ciencias religiosas sino también con la problemática humana y social. El 10 de agosto de 1904 fue ordenado presbítero en Santa María in Monte. Al día siguiente celebró su primera misa en la Basílica de San Pedro. El 15 de agosto de 1904 Sotto il Monte recibió al joven sacerdote para oficiar su primera Eucaristía.
En 1905 fue nombrado secretario personal del nuevo obispo de Bérgamo, monseñor Giácomo María Radini Tedeschi. Desempeñó este cargo hasta 1914, acompañando al obispo en sus visitas pastorales y colaborando en múltiples iniciativas apostólicas tales como: sínodo, redacción del boletín diocesano, peregrinaciones, obras sociales. Fue también profesor de Historia de la Iglesia, Patrología y Apologética en el seminario, asistente de la Acción Católica Femenina, colaborador en el diario católico de Bérgamo y predicador.
Cuando su tiempo lo permitía, Ángelo Roncalli visitaba la Biblioteca Ambrosiana. Por aquel entonces era prefecto de la misma el padre Achille Ratti –futuro papa Pío XI–, con quien compartía un interés común por la persona y obra de san Carlos Borromeo. Tuvo un gran interés en conocer la vida y pensamiento de este gran santo, cuyo aporte –especialmente en lo que se refiere al Concilio de Trento (1545-1563)– sería decisivo en un tiempo tan difícil para la Iglesia. Con el tiempo Ángelo Roncalli publicaría el fruto de sus investigaciones: una edición crítica de las actas de la visita apostólica de san Carlos Borromeo a Bérgamo. Además profundizó en el estudio de otros dos grandes santos de la Iglesia católica como fueron san Francisco de Sales y san Gregorio Barbarigo.
Con el estallido de la I Guerra Mundial, en 1914, se incorpora en Bérgamo al ejército, sirviendo en la pastoral sanitaria, y a partir de 1916 como capellán militar de los soldados heridos que regresaban del frente de batalla.
Al ir acercándose el final de la guerra en 1918, el padre Ángelo Roncalli fue nombrado director espiritual del Seminario de Bérgamo. También abrió la “Casa del estudiante” y trabajó en la pastoral para los estudiantes.
Un año después, en enero de 1921, fue llamado a Roma para trabajar en la Congregación para la Propagación de la Fe. Es nombrado por el papa Benedicto XV “Prelado Doméstico de Su Santidad”. Su misión era visitar a los obispos italianos e informarles sobre las reformas que el Papa se proponía realizar con el fin de financiar las misiones. Recorrió muchas diócesis de Italia para tal fin. Su servicio a la Iglesia le llevó también a visitar a diversos obispos de Alemania, Francia, Bélgica y de los Países Bajos.
En marzo de 1925 el papa Pío XI lo nombró Visitador Apostólico en Bulgaria, una nación mayoritariamente ortodoxa. Después de siete siglos Bulgaria contaría nuevamente con un representante oficial de la Santa Sede en su territorio. Monseñor Roncalli fue enviado prácticamente a “tierra de misión”.
El 19 de marzo de 1921 Ángelo Giuseppe Roncalli fue consagrado obispo, y un mes después se encontraba ya en Sofía, capital búlgara. Su lema episcopal fue: “Obediencia y Paz”. Visitó las diversas comunidades católicas diseminadas por toda la nación, y además de establecer buenas relaciones con sus gobernantes logró con los años y con un trabajo muy delicado un mayor acercamiento con los diversos miembros de la Iglesia oriental. Posteriormente monseñor Roncalli fue nombrado Delegado Apostólico de Bulgaria.
En 1934 es nombrado Delegado Apostólico para Turquía y Grecia, por lo que se traslada primero a Estambul, y en 1937 a Atenas. Monseñor Roncalli siempre trabajó con intensidad al servicio de los católicos y se destacó por su diálogo y trato respetuoso con los ortodoxos y los musulmanes. En esta última ciudad pasaría la mayor parte de la II Guerra Mundial, donde con ayuda de la Santa Sede y en contacto estrecho con la Iglesia Ortodoxa, prestó una significativa y caritativa ayuda a la población. Procuró dar noticias sobre los prisioneros de guerra y salvó la vida de muchos judíos con el llamado “visado de tránsito” de la delegación apostólica. En aquellos años que vivió en el cercano Oriente le permitieron establecer lazos fuertes con miembros de las Iglesias orientales, lo que sin duda influiría positivamente para el acercamiento de la Iglesia católica con la Iglesia oriental.
El 6 de diciembre de 1944, el papa Pío XII lo nombró Nuncio en París, a donde llegaría el 1.º de enero de 1945. En esta etapa de su apostolado supo ganarse el cariño de los franceses. Con su presencia paternal y bondadosa logró ablandar el corazón de muchos, así, por ejemplo, logró que a los prisioneros de guerra alemanes se les diese un trato más digno y respetuoso. Visitó los grandes santuarios franceses y participó en las fiestas populares y en las manifestaciones religiosas más significativas. Fue un observador atento, y prudente en las nuevas iniciativas pastorales del episcopado y del clero de Francia. Procuró actuar como sacerdote en todas las situaciones. Siempre dedicaba todos los días un largo tiempo a la oración y la meditación.
En enero de 1953, a los 71 años, es nombrado por el papa Pío XII Cardenal y Patriarca de Venecia.
En Venecia pudo dedicarle mucho más tiempo a los encuentros cotidianos con la gente sencilla y humilde. Se le veía rezando frecuentemente en la catedral, se paraba por las calles para hablar con la gente, visitaba las parroquias, administraba las primeras comuniones en colegios e institutos, visitaba a los enfermos pobres de los hospitales y a los sacerdotes enfermos o ancianos, iba a la cárcel para visitar a los prisioneros y recibía con igual cariño a personajes ilustres en la política, las ciencias o las artes.
A los 76 años fue elegido Papa, el 28 de octubre de 1958, tomando el nombre de Juan XXIII. A pesar de su edad –por la que muchos quisieron considerar su pontificado como “de transición”– el papa Juan XXIII se preparaba para asumir una gran misión: convocar un nuevo Concilio Ecuménico, lo que tomó por sorpresa a más de uno. Ya en tiempos de su predecesor, el papa Pío XII, se venía pensando en la preparación de un Concilio, pero por diversas razones el proyecto había quedado interrumpido.
Instituyó el Sínodo romano y una comisión para una nueva revisión del Código de Derecho Canónico y convocó el Concilio Vaticano II. Visitó muchas parroquias de su diócesis de Roma, especialmente las de los barrios nuevos. La gente vio en él un reflejo de la bondad de Dios y lo llamó “el Papa bueno”.
El papa Juan XXIII, el 25 de enero de 1959, al convocar el Concilio Vaticano II quiso responder a una tarea fundamental: responder a los signos de los tiempos buscando desde la inspiración divina un “aggiornamiento” (actualización o “puesta al día”). También dio un gran aliento al ecumenismo, creando un Secretariado para la Unidad de los Cristianos que inició intensos contactos entre la Iglesia ortodoxa y los líderes protestantes.
El deseo del Papa y de la Iglesia ante todo buscaba responder con fidelidad a los nuevos desafíos apostólicos del mundo moderno.
El papa Juan XXIII propuso cuatro propósitos fundamentales que serían vitales en el contexto del Concilio Vaticano II:
1. Buscar una profundización en la conciencia que la Iglesia tiene de sí misma.
2. Impulsar una renovación de la Iglesia en su manera de aproximarse a las realidades que el mundo moderno plantea, aunque no en su esencia.
3. Lograr promover un mayor diálogo de la Iglesia con todos los hombres de buena voluntad en nuestro tiempo.
4. Promover la reconciliación y la unidad entre todos los cristianos.
El Concilio Vaticano II celebró su primera reunión con 2.540 padres conciliares en la Basílica de San Pedro, el 11 de octubre de 1962, y la última el 8 de diciembre de 1965. En total, duró algo más de tres años.
El interés del papa Juan XXIII fue básicamente los temas sociales, la paz y la cooperación internacional, lo que le llevó a escribir diversas encíclicas, entre las que más se destacan: “Pacem in Terris” y “Mater et Magistra”. En ambos documentos el Papa insiste en los derechos y los deberes correspondientes que se derivan de la dignidad del hombre como criatura de Dios, y son muestra de la “catolicidad” de la Iglesia que busca un sincero acercamiento al espíritu religioso de todos los hombres, resultando de la acción real del amor a Cristo y a los hombres.
El 23 de mayo de 1963 se anunció públicamente que el papa Juan XXIII padecía cáncer de estómago, que le fue diagnosticado en septiembre de 1962. El Papa no quiso dejarse operar temiendo que el rumbo del Concilio se desviara de lo ya estipulado. Finalmente el papa Juan XXIII murió en Roma el 3 de junio de 1963.
El papa Pablo VI, Giovanni Battista Montini, sucedió a Juan XXIII en 1963. Tenía 66 años de edad. Se hizo cargo del Concilio Vaticano II desde su segunda sesión. El Concilio trazó durante esta segunda sesión un importante programa de renovación cristiana que plasmó sus documentos especialmente en cuatro grandes Constituciones:
1. Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación (Dei Verbum).
2. Constitución Dogmática sobre la Iglesia (Lumen Gentium).
3. Constitución sobre la Sagrada Liturgia (Sacrosanctum Concilium).
4. Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual (Gaudium et Spes).
En 1965 el papa Pablo VI inició el proceso de beatificación del papa Juan XXIII después de la clausura del Concilio Vaticano II. Fue beatificado el 3 de septiembre de 2000 por el papa Juan Pablo II.
Finalmente, Juan XXIII fue canonizado junto con el papa Juan Pablo II el 27 de abril de 2014, segundo domingo de Pascua, dedicado a la Divina Misericordia, en ceremonia que ofició solemnemente el papa Francisco a pesar de que no existió un segundo milagro atribuido a su intercesión. La canonización de Juan XXIII fue una canonización “pro gratia”, es decir, por la gracia, aprobada por el papa Francisco, ya que la fama de santidad del papa Roncalli es mundialmente conocida.
Su fiesta litúrgica es el 11 de octubre, día de la apertura del Concilio Vaticano II.
Sin duda el papa Juan XXIII fue un pastor siempre dócil a la acción del Espíritu Santo que lo condujo al camino de la santidad. Fue un ser lleno de bondad que “conquistó al pueblo de Dios y a tantos hombres de buena voluntad”, como bien lo afirmó alguna vez el papa Juan Pablo II.
Algunos apartes de su testamento espiritual de 1954 dan muestra de ello:
* “En el momento de presentarme ante el Señor Uno y Trino que me creó, me redimió, me quiso su sacerdote y obispo, me colmó de gracias sin fin, confío mi pobre alma a su Misericordia, suplicándole que me acoja, como padre bueno y piadoso, con sus santos, en la bienaventurada eternidad”.
* “Me causa gran alegría en el corazón renovar íntegra y fervorosa mi profesión de fe católica, apostólica y romana”.
* “Pido perdón a quienes hubiera ofendido inconscientemente; a cuantos no hubiese causado edificación”.
* “Siento que no tengo nada que perdonar a nadie, porque cuantos me conocieron y se relacionaron conmigo, aunque me hubieran ofendido o despreciado o tenido, justamente por lo demás, en poca estima, o me hubieran sido motivo de aflicción, no reconozco sino hermanos y bienhechores, a los que estoy agradecido y por los que ruego y rogaré siempre.
* “Nacido pobre, pero de gente honrada y humilde, estoy particularmente contento de morir pobre, habiendo distribuido según las diversas exigencias y circunstancias de mi vida sencilla y modesta, en servicio de los pobres y de la santa Iglesia que me ha nutrido, cuanto me vino a caer entre manos”.
* “Mi más ferviente deseo es que ninguno de mis parientes y allegados falte al gozo de la reunión final y eterna”.
* “La bondad de la que mi pobre persona fue hecha objeto por parte de cuantos encontré en mi camino hizo serena mi vida”.
* “Espero y acogeré sencilla y alegremente la llegada de la hermana muerte según todas las circunstancias con las que le parezca bien al Señor enviármela”.
* “En la hora del adiós, o mejor del hasta la vista, evoco aún todo lo que más vale en la vida: Jesucristo bendito, su santa Iglesia, su Evangelio, y, en el Evangelio, sobre todo el Pater noster, y en el espíritu y el corazón de Jesús y del Evangelio, la verdad y la bondad, la bondad mansa y benigna, activa y paciente, invicta y victoriosa”.
* “Hijos míos, hermanos míos, hasta la vista”.
DATOS CRONOLÓGICOS
DE SAN JUAN XXIII
1881: Nace en Sotto il Monte (Bérgamo).
1882: A los 12 años comienza su formación sacerdotal en el Seminario de Bérgamo.
1896: Comienza su “Diario del Alma”.
1901–1903: Alumno del Seminario Romano.
1904: Es ordenado presbítero.
1905–1914: Secretario de monseñor Tedeschi y profesor en el Seminario.
1915–1918: Capellán militar.
1919–1920: Director espiritual del Seminario y fundador de la “Casa del estudiante”.
1921–1925: Preside para Italia, el Consejo Central de la Pontificia Obra de la Propagación de la Fe.
1925: Visitador apostólico en Bulgaria y consagrado obispo en Roma.
1931: Primer delegado apostólico en Bulgaria.
1934: Transferido a la Delegación Apostólica de Turquía y Grecia.
1944: Nuncio apostólico en Francia.
1953: Es creado cardenal.
1953: Patriarca deecia. Ven
1958: Elegido como Papa de la Iglesia católica con el nombre de Juan XXIII.
1959: Anuncia la celebración del Concilio Vaticano II.
1960: Celebró el Sínodo Romano.
1961: Publica la Encíclica “Mater et Magistra”.
1962: Inaugura el Concilio Vaticano II.
1963: Publica la Encíclica “Pacem in Terris”.
1963: Fallece en Roma (Ciudad del Vaticano).
PRINCIPALES ENCÍCLICAS
* Ad Petri Cathedram (29 de junio de 1959): Sobre la verdad, unidad y paz que se han de promover con espíritu de Caridad.
* Mater et magistra (15 de mayo de 1961): Sobre el reciente desarrollo de la cuestión social a la luz de la doctrina cristiana.
* Pacem in Terris (11 de abril de 1963): Sobre la paz entre todos los pueblos que ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad.
Tomado del libro san Juan XXIII
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