Todos recordamos a Jesus cuando escuchamos “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Jn. 14,6), y cuando le dijo a Marta la hermana de Lázaro, “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?” (Jn. 11, 25-26)
La pregunta por lo tanto que nos debemos hacer es: ¿me he detenido a pensar que me dice el señor con esto?, ¿he abierto mi corazón a sus palabras?
Sabemos y somos conscientes de que algún día abandonaremos este mundo y de que nos iremos tal como llegamos a él, sin nada. Nuestro único equipaje será lo que hayamos hecho en nuestra vida, tanto lo bueno como lo malo.
Lo mejor es que sabemos que es lo bueno, el Señor nos lo dice: “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” (Mt 25, 34-40)
Respecto a lo malo, sabemos que Dios es infinitamente misericordioso y nos ama infinitamente, por lo que nos regala la gracia del perdón y la reconciliación en el sacramento de la Penitencia. No tenemos pierde, sabemos cuál es el camino para la salvación. No es fácil, pero hay esta y es nuestra elección el seguirlo. Construyéndolo día a día.
Nos encontramos ahora, en un tiempo de preparación, de reflexión, de arrepentimiento. Jesus por medio de su palabra como lo vimos, nos muestra el Camino de la Salvación, el camino para conseguir el don de una Eternidad Bienaventurada, para gozar en su presencia por toda la Eternidad. Este es el sentido de la Vida Eterna.
Por favor recordemos siempre que nuestro cuerpo muere y nuestro espíritu permanece. En nuestras manos esta, el que lleguemos a donde Jesus nos quiere llevar. No pongamos oídos sordos a esta realidad, estemos siempre preparados porque no conocemos el momento ni el lugar. Siguiendo las enseñanzas de Jesus lo encontraremos en algún momento de nuestra existencia. Estará esperándonos en su reino con los brazos abiertos.
Alvaro Peñuela
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