La cultura actual ha visto florecer un fenómeno que sólo se puede describir en los siguientes términos: no existe una sola visión de la realidad, es decir, no se produce una sola percepción de los objetos propios de la naturaleza. Por el contrario, aparecen otras perspectivas, otras posturas, otras alternativas, que, en sentido estricto, intentan justificar su esencia o su sentido último. De ahí que cada uno de los componentes del mundo puede ser descifrado a la luz de las diversas posiciones presentes en los mismos, lo que hace de su entendimiento una cuestión más amplia, más completa.

En este orden ideas, es posible afirmar que el “Fenómeno Religioso”, que refiere a la forma en la que el hombre establece un vínculo con lo “sagrado” o con lo “absoluto” o con lo que es el “fundamento último de la vida”, no es ajeno a dicha situación, debido a que, dentro de un mismo espacio (Ciudad y Estado), permanecen múltiples expresiones que, desde su particularidad, son capaces de representar tal dimensión básica de la existencia humana. Es más, puede observarse cómo se abren ambientes en los que los individuos deciden aislarse de esas orientaciones, porque reconocen que no son determinantes para su momento vital.

Ahora bien, cabe aclarar que, dentro de toda esta perspectiva, el cristianismo ha tenido que entrar a dialogar y a compartir con doctrinas, con ideas, con convicciones presentes en la escena de la vida contemporánea, con el fin de convertirse en una alternativa que ayude al sujeto a asumir, de manera conjunta, la experiencia de lo que es la religión.

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